

Sabía que preguntarías qué tal había dormido así que me levanté primero y me metí en la ducha a ensayar mi respuesta:
“Ha sido la peor noche de mi vida. Cada cinco minutos me despertaba y cada cinco seguías tú durmiendo. He soñado contigo, como ayer y antes de ayer y no recuerdo haberlo pasado tan mal nunca al despertarme. La gota china, astillas bajo las uñas, ahogamiento, desearte estrepitosamente y no poder hacer más que mirar.”
Suena tu despertador y acabo de salir del baño.
-Buenos días. ¿Qué tal has dormido? –dices con las manos en los ojos-.
Nervioso no consigo decir más:
-Bien, ¿y tú?
*He estado en el concierto de Michael Bublé el Domingo pasado en Madrid. Sencillamente increíble.
Si alguna vez no hubieses existido,
si el calor de tus muslos no me hubiese
buscado como un látigo preciso
y mis ambigüedades electivas
-los días más oscuros de mí mismo-
no te hubiesen tenido como saldo
de afirmación o excusa,
es posible
que este volver a casa en soledad
y demasiado pronto,
me recordase ahora un poco menos
al joven que apostaba por el mundo,
con el mundo a su espalda.
Sólo el amor es duro.
Metidos en la noche, regresando
entre la potestad y la mentira,
hablamos del poder o de los sueños
al hablar del abrazo.
Y no lo sé tal vez, no sé si me recuerdo
prisionero de un cuerpo o libre junto a él,
buscando salvación o en servidumbre,
miserable y maldito, pero atónito.
Quizás sólo se trata de que no estás aquí,
de que perder es duro para todos
y el amor me hace falta, como sabes.
Quizás contigo estuve
tan demasiado cerca de tu reino,
que necesito ahora desmentirte,
utilizar los trucos que uno tiene
para poder seguir.
Porque somos así seguramente,
huellas equivocadas,
solitarias hogueras de un camino,
paraísos de cuatro habitaciones
que sólo se comprenden
después de haber firmado muchas veces,
precisamente ahí,
donde pone El viajero.
Y a mí, ya que prefiero escoger mis derrotas,
quiero que me recuerdes derrotado,
como quien algo espera
más allá de los tiempos y los hechos.
Quizás porque haga falta haberlo presagiado
o porque, en todo caso, nadie sabe
dónde acaban los sueños.
Constancia de mujer
Un día entero me has amado.
Mañana, al marchar, ¿qué me dirás?
¿Adelantarás la fecha de algún voto recién hecho?
¿O dirás que ya
no somos los mismos que antes éramos?
¿O que de promesas hechas por temor reverente
del amor y su ira, cualquiera puede abjurar?
¿O que, como por la muerte se disuelven matrimonios verdaderos,
así los contratos de amantes, a imagen de los primeros,
atan sólo hasta que el sueño, imagen de la muerte, los desata?
¿O es que para justificar tus propios fines
por haber procurado falsedad y mudanza, tú
no conoces sino falsedad para llegar a la verdad?
Lunática vana, contra estos subterfugios podría yo
argumentar, ganando, si lo hiciera.
Pero me abstengo,
porque mañana puede que yo así también piense.John Donne
Pienso en un antiguo bluesCuánto me gustaría que estuvieses aquí y que, como aquella vez, me dijeses que me amas. Oh sí, quiero que agarres mi cara y me digas que te quedarás conmigo para siempre. Cuánto me gustaría eso, nena. Tenderte un cigarro y que nos fumásemos la noche juntos. Tú y yo, nena, tú y yo ¿Sabes? No puedo llorar de otra forma que no sea esta. Solo, a la orilla de la vía entonando un blues tan triste como esta noche. Claro que no puedo llorar de otra forma, nena. Claro que no. Escucha, te iré a buscar y volveremos juntos, por la otra parte de la vía. Hasta donde nos aguante el amor. No creo que la gasolina dé para mucho más.
y lo canto para mí,
Quiero abrazarte, nena,
pero no sé qué decir.
Quiero besarte, nena,
pero temo que me rechaces.
y quisiera que pudieras oírme
y quisiera poder oír el blues
que cantas para ti.